Dirección y guión: Alejandro Amenábar / Reparto: Ethan Hawke, Emma Watson, Aaron Ashmore, Devon Bostick, Ben Wishaw, David Thewlis, David Dencik, Dale Dickey / Fotografía: Daniel Aranyó / Música: Roque Baños
VALORACIÓN: ★★☆☆☆
Obsesionado con la contraposición entre ciencia y religión o, dicho de otra manera, razón y superstición, el cine de Alejandro Amenábar ha construido una mitología propia en la que el género es un mero vehículo para transportar las ideas que le interesan. Como ya ocurría con Los otros (2001), lo que se plantea en Regresión no es más que un drama disfrazado en el que apenas hay, en realidad, intención de asustar.
El director de Tesis (1995) cuenta en esta ocasión la historia de un detective de Minnesota (Ethan Hawke) que investiga el caso de una joven (Emma Watson) que acusa a su padre de abusar sexualmente de ella. La cosa se complica cuando, con ayuda de un psicólogo, empieza a salir a la luz una siniestra conspiración relacionada con ritos satánicos. El filme toma el tono de un cierto estilo de cine de terror de los años setenta. Podemos ver un atmósfera muy similar a la de El exorcista (1973) o La profecía (1976) o la contención formal de cintas cercanas a esa década como La semilla del diablo (1968) o Al final de la escalera (1980).
Desgraciadamente, el guión apuesta por una trama narrativa demasiado arriesgada. Queda claro, al final, lo que Amenábar quiere transmitir al espectador pero arriesga demasiado por un mensaje no demasiado original y mucho menos atractivo que lo planteado antes del giro final. Es decir, lo que aquí ocurre es que la historia se lo juega todo a una carta escondida bajo la manga que, una vez descubierta, resulta inevitablemente insatisfactoria.
Una estructura tramposa
Probablemente, si no hubieran pasado seis años desde su último trabajo, Ágora (2009), y más de 10 desde su última incursión en el género, la decepción no hubiera sido tan grande. Eso no quita que estamos ante un producto fallido. Ni la impecable puesta en escena, ni la magistral dirección o el buen trabajo de los actores la salva de su estructura tramposa o su vacuidad.
Hay una razón por la que la narración avanza a trompicones, da vueltas sobre sí misma y tiene tantas secuencias que terminan en personajes despertando de un sueño. Lo malo es que cuando se nos descubre, se ha generado demasiada expectativa y se nos ha mareado durante demasiado tiempo para aceptar con diligencia un mensaje que no es nada del otro mundo.
COPYRIGHT: Iván F. Mula