Hace ya tres años, la cadena CBS revitalizó con La cúpula el fenómeno de las series de televisión veraniegas. Aunque aquella fue totalmente fallida por su falta de dirección y su (aparente) improvisación sobre la marcha, animó a otros canales a estrenar nuevos productos frescos, entretenidos y con temática de ciencia ficción ideales para disfrutar en el más relajado periodo estival. Así, llegaron The Strain en 2014 o Sense8 o Wayward Pines en 2015. A esta misma línea de propuestas cada vez más interesantes, se le suma ahora Stranger Things, una carismática historia llena de aventuras, terror, fantasía y un aluvión de referentes ochenteros.
Lo primero que llama la atención de esta nueva producción de Netflix (y, seguramente, el principal secreto de su éxito) es el uso de la nostalgia como elemento fundamental de cohesión en el universo que plantea. Por supuesto, a los haters de lo vintage esto les pueda parecer tedioso y banal pero hay que reconocer que nunca se había hecho nada así en televisión hasta la fecha. Stranger Things tiene la habilidad de, por primera vez, trasladar toda una iconografía cinematográfica a la pequeña pantalla en formato episódico y eso es innegablemente novedoso. Por otro lado, al contrario que películas como Super 8 (2011), que intentó hacer un homenaje similar, aquí el invento consigue lo más difícil de todo: tener alma propia.
Y es que tomar un poco del Spielberg director (E. T. el extraterrestre, Encuentros en la tercera fase, Parque Jurásico) y del Spielberg productor (Los Goonies, Poltergeist) y mezclarlo con el universo de Stephen King (Carrie, El resplandor, Cuenta conmigo) no es tan fácil como parece. La ingenuidad de los protagonistas, encarnada por un casting acertadísimo, se ha llevado, esta vez, a un entorno mucho más terrorífico y maduro de lo habitual. Ya no se trata de chavales buscando un tesoro y diciendo chorradas para divertirnos. Ahora es como si el niño de La historia interminable tuviera que enfrentarse al Alien o a Freddy Krueger, sin ni siquiera haber tenido la oportunidad de llegar a la adolescencia.
Una verosimilitud valiosa
De esta forma, se consiguen algunas capas extra de contenido a la que ayuda la elección de buenos intérpretes y no solo un grupo de caras bonitas. De hecho, la mayoría de personajes que aparecen en esta historia son corrientes (tirando a feos), lo que le otorga una verosimilitud muy valiosa. Winona Ryder es, quizás, la nota más discordante con su encarnación de una madre coraje excesiva, llena de tics y algo sobreactuada que, no obstante, no empaña el conjunto y a algunos incluso les puede caer simpática.
Es curioso cómo la televisión está sirviendo para cobijar también a aquellos que han perdido la ilusión por el cine comercial más aventurero y elemental, hastiados del exceso de superhéroes. De alguna manera, situar la acción en un pueblo de Indiana en 1982 ha permitido a los hermanos Duffer generar un entusiasmo genuino que creíamos ya haber perdido. Uno presencia a ese grupo de chicos jugando a Dragones y mazmorras, aburridos de la realidad que les rodea y deseando tener la oportunidad de vivir una aventura… y no puede evitar preguntarse: ¿una historia así podría estar ambientada en 2016? Con la cantidad de estímulos virtuales de los que disponen los jóvenes, ¿el espíritu aventurero sería el mismo? ¡Quién sabe! Quizás esa es la razón por la que se dejaron de hacer películas de este tipo.
COPYRIGHT: Iván F. Mula